La República Argentina en su Primer centenario - C. Chueco
FOTOS: A. MACHADO
GLI ITALIANI NELLA REPUBBLICA ARGENTINA
INFORMACION SOBRE EL HIPODROMO
http://www.palermo.com.ar/informacion_historia.php
IMPACTANTE PERFIL DEL ARQUITECTO FAURE DUJARRIC
ead / elarcadigital - Publicación semanal de la Caja de Ahorro y Seguro S.A.
Del aristocrático al popular domingo “burrero”
Hipódromo de Palermo
Perfiles de Bs As
Publicado: 17 de Julio de 2008
Perfiles de Bs As
La Ciudad vista a partir de sus obras arquitectónicas e ingenieriles.
Prenunciando la belle époque
Corría el año 1820. Buenos Aires despierta hacia la riqueza y la ostentación arquitectónica de
Europa. Materiales, operarios y profesionales europeos llegan a estas tierras. Comienzan a emerger
en la gran urbe, palacios, residencias y edificios públicos que celebran estas construcciones del art
noveau. Durante el primer período de formación hay las diversas fórmulas emparentadas con el Art
Nouveau y el Modernisme -a menudo según proyectos de los arquitectos franceses o catalanes
inmigrados- y, desde luego, los que provienen de la monumentalización Beaux Arts, a veces
mezcladas con los atisbos de una arquitectura industrial que añadía tímidamente los exabruptos de
su propio discurso. Cuando la estructura social de la ciudad se consolida y, por tanto, se moderniza,
aparecen también los modelos europeos de la nueva metrópoli: por un lado, el Art Deco y sus
parientes novecentistas afrancesados o italianizantes, y por otro, el racionalismo en sus escasos
ejemplos dentro de la ortodoxia de la vanguardia.
Sólo un poco antes de que Buenos Aires se transformara en capital y un año después de la
inauguración del parque 3 de Febrero, en 1876 se inició la construcción del hipódromo de Palermo.
Prenunciando la belle époque empezaban a consolidarse nuevas formas de diversión. Ocurrían bajo
el techo del salón, el teatro, el café o el cabaret, pero también se disfrutaba del aire libre, de manera
gregaria y ceremonial. Los edificios originales del hipódromo, de madera y metal de estilo victoriano,
fueron reemplazados a partir de 1908 por otros de estilo francés. El sitio siguió idéntico proceso que
la rambla de Mar del Plata: a una primera versión de madera, de aspecto pintoresco, le sucedió otra
de mampostería, más institucional, de estilo clásico inspirado en la arquitectura del siglo XVIII
francés.
Los edificios del hipódromo son magníficos ejemplos de toda esa arquitectura que recreo la
elegancia y el refinamiento del Siglo de las Luces. Casi como al modo de un conjunto palaciego, en
el de Palermo se alinean varios pabellones rodeados por jardines presididos por la tribuna oficial, el
edificio más pequeño, pero más ornamentado. La cour d’honneur que lo precede está enmarcada
por rejas artísticas y copias de los caballos de Marly que flanquean la Place de la Concorde en
París. El hipódromo de 1900 debía portar la imagen de enclave deportivo, pero también
aristocrático.
Un dandy anglófilo
Para construirlo y poder practicar este juego tan caro a la sociedad porteña se convocó a Louis
Faure-Dujarric (1875-1943).
Este francés se había formado en la famosa Ecole des Beaux Arts, de París, que entrenaba a sus
alumnos en una aptitud versátil para afrontar programas de trabajo de lo más disímiles. Como parte
de su programa de estudios tuvo que proyectar desde baños públicos hasta el palacio para el
gobernador de Argelia, o un monumento para héroes de la independencia de su país. En la
Argentina fue el arquitecto predilecto de los Unzué. Diseñó la fabulosa y demolida San Jacinto
(propiedad de la marquesa pontificia María Unzué de Alvear), la casa del Biarritz argentino de su
hermana “Cochonga” Unzué de Casares y la capilla de la mítica estancia Huetel. Frente al océano,
levantó el imponente Asilo Unzué de Mar del Plata que, además de estar provisto de una capilla con
decoraciones realizadas en Roma, tenía la más avanzada tecnología. La fortuna Unzué le permitió
ensayar de todo un poco. Asociado con Robert Prentice, un escocés que había estudiado en París,
construyó obras particulares y espacios para uso público como la estación Retiro del ferrocarril
Belgrano.
El perfil de Louis Faurec-Dujarric lo convierte en un personaje apto para la literatura o el cine. Era un
dandy anglófilo, una suerte de gentleman architecte, siempre impecablemente vestido y montado en
su Rolls Royce. La lista de sus obras destila glamour: el estadio de tenis de Roland Garros, el
estado olímpico de Colombes, las instalaciones del Racing del Pre catelan y la tienda Aux Tríos
Quartiers. Además, hay que incluir varios edificios de departamentos suntuosos, de estilo moderno,
construidos a principios de los años 30 en París, en plena crisis francesa.
La pasarela gana pista
Palermo es un ejemplo de la pasión porteña por mezclar estilos y modas
Más allá de su historia y su arquitectura, el hipódromo de Palermo es una importante pieza de
paisajismo de la época. Fue parte, desde sus inicios, de la configuración del parque 3 de Febrero.
Originalmente entraba en el esquema chico, que incluía el primer sector de Palermo, aquel que es
hoy el Rosedal sobre el antiguo eje de la Avenida del Libertador: Luego, se integró al diseño la
ampliación hacia el Norte realizada por Carlos Thays y estructurada sobre el eje de la avenida
Figueroa Alcorta, una zona que, según el paisajista, era un campo maravillosamente preparado para
formar, bajo un aspecto pintoresco de alto gusto, las colecciones de todas las plantas de la flora
argentina. Es allí donde reinan las tipas, los más majestuosos árboles de la ciudad, formando
sucesión de bóvedas en arabesco y asemejándose a una suerte de mezquita vegetal sólo eclipsada
por el esplendor de los jacarandaes de noviembre.
El hipódromo de Palermo, su escenario y sus actores constituyen otro caso de tantos que reflejan
esa pasión por mezclar tan típicamente porteña. Francia e Inglaterra, Longchamp y Ascot, sin
descuidar algún toque de chantilly o Deauville: varias famosas pistas bien conocidas por los turfman
y sus acompañantes femeninas sirvieron de modelo para armar el mayor santuario argentino de
carreras. En su época de orígenes, el espectáculo en las tribunas rivalizaba con la competencia en
las pistas. Estos lugares aparecían como una pasarela de modas y, también, como un set de
filmación donde cientos de caballeros coronados por galeras y damas con pamelas deambulaban
entre marquesinas y sombrillas, sobre fondos y sonidos de caballos y jinetes.
El hipódromo antes de 1908, antes de la intervención de Dujarric
FOTO EXTRAIDA DEL SIGUIENTE LINK
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