La gruta de Constitución
La gruta de Constitución fue la más importante de todas, construida por orden del intendente de Buenos Aires, Torcuato de Alvear, como parte del proceso de mejoramiento de la zona que habla dejado de ser plaza de carretas y mercado de frutas.
Este predio comenzó a transformarse en un activo lugar en función del ferrocarril y de sitios como la confitería El Tren Mixto y el teatro Variedades, donde concurran los estancieros de la provincia a tratar sus negocios y recrearse.
Gracias a Alvear, la plaza se transformó rápidamente: pasó a tener un lago con puentes y la famosa gruta en su centro. Estaba ubicada en una de sus esquinas, la de Pavón y Lima Oeste, y Llanes la describe de la siguiente manera: «Era una llamativa gruta monacal, en ruinas, viéndose también en medio de ella un lago artificial provisto de un pequeño puente».
La historia de la gruta es sencilla. Fue levantada por el arquitecto Ulrico Courtois, por encargo del intendente, como parte del gran proyecto hecho por la Municipalidad para mejorar y urbanizar ese gran terreno, tradicionalmente usado para carga y descarga de carretas. Courtois realizó la gran mole de la gruta entre 1885 y 1888, y su costo, según fuentes extraoficiales, fue de unos cien mil pesos, una verdadera fortuna en la época. Las Memorias de la Municipalidad son parcas en referencias sobre esta obra, que en su momento no dejó de ser un trabajo de jardinería urbana más.
En 1885 se dice que «la parte izquierda de la Plaza Constitución está convertida en un paseo ya bien arraigado y completamente establecido: en cuanto a la otra parte ya está hecho el plano que por orden del señor intendente se ha elaborado para completar la formación de esa gran plaza».
Dos años más tarde se indicaba que «la construcción de los jardines de la parte de la plaza Constitución donde hasta hace poco tiempo se estacionaban carretas, está muy adelantada: se levanta en ella una gran gruta y se forma un lago».
Muchos años más tarde, otra Memoria de la Municipalidad nos señala que «en la Plaza Constitución se han formado jardines alrededor de la gruta y se han rehecho completamente los caminos».
La gruta tenía escaleras, pasadizos, un túnel interior, un tanque de agua sostenido por columnas estilizadas, pero roto de un lado, pasarelas colgantes, y mil y un vericuetos más. Un recorrido por ella era algo así como ir a un Disneyworld del pasado: había aventura, asombro y entretenimiento para el ocio de la nueva burguesía. Como siempre, su destrucción fue una larga y penosa agonía que comenzó cuando un nuevo intendente reemplazó a Alvear. Esta vez, Seeber inició una primera demolición apenas un año después de la inauguración. La excusa fue la misma que se esgrime en estos casos: «que amenazaba la ruina», es decir que según los expertos iba a caerse en forma inminente.
En la Memoria Municipal del año 1889, el intendente dice: «En la Plaza Constitución he ordenado la demolición de una parte de la monstruosa gruta que la afea, porque según opiniones técnicas autorizadas, amenaza derrumbe. Ha costado aproximadamente la enorme suma de $ 100.000 y en el sumario que mandé levantar, consta que una parte agregada que tiene, fue construida para guardar el equilibrio a otra porque amenazaba caerse».
Al año siguiente, el intendente, portador sin duda de un gusto sobre estética urbana bastante diferente que su antecesor, escribe que «la Plaza Constitución se encontraba dividida en cuatro partes por dos calles que la cruzaban y la mitad aún no había sido transformada en jardines teniendo solamente una gruta -ofensa del buen gusto-, que importó fuertes sumas de dinero». Proyectó transformarla construyendo los jardines que faltaban, suprimiendo las calles y demoliendo parte de la gruta que ofrecía serios peligros.
La prensa de la ciudad de Buenos Aires escribió abundantemente acerca de esa gruta, la que a diferencia de la de Retiro, tenía una escala y una hechura difícilmente accesible para el porteño de barrio. Quizás el paseante de la zona norte tenía mayor relación con los paseos franceses de la época y estaba no sólo interesado por imitarlos, sino también por copiar su funcionamiento social en la recreación del nuevo ocio burgués.
En Constitución la cosa era diferente. La posible demolición de la gruta trajo una polémica digna de ser recordada, con sus defensores, sus detractores y quienes intentaron soluciones conciliatorias. Por supuesto, al intendente Seeber nada de ello le preocupaba, al igual que en muchos de sus actos de gobierno hizo lo que le vino en gana: demolerla, o por lo menos iniciar la demolición.
En un artículo firmado bajo el seudónimo de Molécula, la revista Caras y Caretas de febrero de 1907 hace notar varias cosas interesantes, aunque de poco rigor científico en un articulo titulado: «Cosas inútiles».
«Porque bien se comprende que nuestro propósito no es que la gruta de la Plaza Constitución se eche abajo. Bien puede quedar donde se encuentra como una tradición que un pueblo como éste, que según dicen debe formar sus tradiciones, estas tradiciones tan caras a las nacionalidades de añeja historia que ha de echar mano de la que se le presente que no tenemos mucho de dónde elegir. Eso sí, que el que la construyó nos permita una sonrisa como se la ha permitido a cuantos entendidos la examinaron, que el intendente Alvear, cuando la mandó construir no la había concebido torcida, sin puntos de apoyo, no había para qué decirlo, pues existen centenares y centenares de ejemplos de personas que mandaron construir palacios hermosos que luego se derrumbaron, no diremos por ignorancia sino más bien por exceso de ciencia de sus constructores, sin que el autor del proyecto tuviera nada que ver con el percance: la gruta en cuestión está clausurada desde 1886 y hay quien opina que rectificada y reconstruida en parte, llenaría su objeto, cual es el de embellecer y dar variedad a una plaza y servir de novedoso paseo a los habitantes de los alrededores. Aprovechamos pues la circunstancia de que se encuentra otro Alvear en la intendencia para endilgarle nuestro proyectito.»
No hace falta decir que la gruta, a pesar de los pronósticos que iba a caerse en «forma inminente», siguió en pie y, en 1914, cuando cumplía veintisiete airosos años, fue definitivamente demolida por la Anglo Argentina, empresa que iba a construir el subterráneo Retiro-Constitución.
En 1927, el historiador de Buenos Aires, A. Taullard decía respecto de Constitución que «fue convertida en paseo público, adornándola con árboles, un lago artificial y una gruta que representaba a un antiguo castillo en ruinas, que tan a lo vivo estaba hecho, que su aspecto ruinoso intimidó a las mismas autoridades, que temiendo que no ofreciera suficiente seguridad para el acceso al público lo clausuraron y demolieron al poco tiempo». Algunos diarios de la época criticaron estéticamente a la gruta de Constitución, como La Prensa del 30 de noviembre de 1888, calificándola de «espléndido mamarracho» y «valiente derroche de la renta municipal».
En el Iibro titulado Imagen de Buenos Aires a través de los viajeros, se coincide con ese criterio peyorativo, y sus autores dicen textualmente: «Entre ellas llamaba muy especialmente la atención la gruta de la Plaza que era de muy mal gusto».
La gruta se clausuró y se transformó en los años siguientes en lo que dio en llamarse la «cueva de los gatos». En un articulo publicado en P.B.T., abril de 1914, se lee lo siguiente: «Viven allí libres en todo género de preocupaciones para la búsqueda del sustento, puesto que el vecindario inmediato y los dueños de los hoteles contribuyen con las sobras de sus cocinas; ahora entre la falange gatuna ha cundido el pánico al enterarse de que el desalojo es inminente (…)».
Esta gruta, sin que nadie lo quisiera, sirvió para lo que se había planeado en origen: era un núcleo de reunión popular, de intercambio social, tema de discusión y polémica. Ciertamente es éste el mejor uso que puede dársele a un monumento urbano. Trató de otorgársele también una finalidad más práctica: en el diario La Prensa del 6de setiembre de 1903 se informa que el intendente «considerando que la gruta de la plaza Constitución no tiene destino útil alguno y es por el contrario un foco de infección, amplio espacio en su interior, que bien podría destinarse a negocio, a confitería o restaurante, se propone sacar a licitación su arrendamiento para cualquiera de estos usos»
Según datos obtenidos, el único candidato firme para instalar una confitería fue un tal Medardo Brindani, en 1906, quien se hacía cargo también de las obras necesarias para garantizar la seguridad de la construcción. El trámite fue larguísimo y sólo tras tres años de cabildeos el permiso fue concedido en 1909, pero con un alquiler tan exorbitante que el interesado huyó despavorido. Según P.B.T., la «Municipalidad pedía $5.000 anuales de alquiler y la refacción por cuenta del arrendatario. La idea quedó en proyecto y hoy se va a demoler esa mole que no presta ningún servicio ni al vecindario ni al ornato público».
No sólo la gruta dio que hablar desde la perspectiva estética, sino también desde la legal: el constructor de la obra, quien también estuvo más tarde a cargo de la similar de la plaza Garay, le entabló juicio al intendente. En 1902, Augusto Crettet demandó al ex intendente Guillermo Cranwell por deudas contraídas durante su mandato por la realización de dichas obras. El juez, al revisar el caso, encontró una grave falla, ya que no había habido la licitación correspondiente sino una contratación directa. Y además de ilegal, le quedó debiendo $12.600, ya que sólo se le había pagado de anticipo la cantidad de $10.000. Es así que el juez falló contra Cranwell, ya que al no haber licitado se consideraba el contrato como de índole personal, aunque se redujo la cantidad a $ 4.500 más los intereses devengados.
De todas formas, el fin llegó en el mes de mayo de 1914, en que la piqueta del progreso, que iba a instalar por debajo el subte a Retiro, destruyó lo que otro progreso habla levantado sólo unos pocos años antes, cerrando y cumpliendo así la cruel dialéctica del desarrollo en el subdesarrollo: construir y luego demoler, en un circuito cerrado eterno del cual no hemos podido aún salir. Como ejemplo podemos recordar que Seeber, el intendente que mandó destruir las grutas, había escrito en 1886 una larga carta a Torcuato de Alvear hablando bien de las que estaba construyendo como copia de las francesas. Decía que «Les Buttes Chaumont es el paseo más original y grandioso y difícilmente existe otro igual en Europa (…). Una hermosa gruta que permite el paso por debajo, con hilos de agua que brotan por distintos lados, un precioso arroyuelo cae desde lo alto en diferentes cascadas: serpenteando por diversos parajes, alimentando a su costado plantas acuáticas; va a morir en un extenso lago que tiene en el medio un grupo de rocas; un puente colgante de 63 metros de largo apoyado en rocas de uno y otro lado y a 30 metros de lo alto cruza el lago y diversos quioscos y casitas situadas entre grupos de árboles dan a este parque un aspecto fantástico. Es aquí donde se adquiere la idea de lo que un paseo debe ser y calculo las ingentes sumas que se habrán gastado en él. ¡Cuánto me he acordado de su paseo de la Recoleta y en la gruta que tantos reproches le ha valido y que apenas ocupan un espacio de cuatro hectáreas!». Es posible que Courtois haya hecho en Buenos Aires vanas otras grutas, o que por lo menos las haya proyectado. Un ejemplo es la plaza que enfrentaba la Recoleta, donde el proyecto de Courtois muestra varias construcciones, entre ellas un lago con puente y gruta. Otro ejemplo es el de «La Convalecencia», dibujado en 1886, e indudablemente uno de los más grandiosos proyectos paisajísticos de la época. Incluía escalinatas, auditorio, lago, grutas con cascadas, pozos surgentes, vivero y en el medio una enorme construcción para el nuevo Hospital de las Mercedes.
Texto extraído de la excelente investigación del arqueólogo Daniel Schávelzon en: http://www.danielschavelzon.com.ar/?p=2293
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Preferidos por aristócratas argentinos que siguiendo los dictados de la moda europea veían a la arquitectura francesa de principios del Siglo XX como lo más "chic", renombrados profesionales galos incrementaron el rico y cada vez más extinguido Patrimonio Arquitéctonico Argentino. Erigieron magníficos palacios de L´ École de Beaux Arts, del Neobarroco y Neclásico franceses, pero también dejaron numerosos cines y teatros, casas de renta, petíts hotels y viviendas unifamiliares. Este es su blog de Homenaje.
Hemos incluido también a arquitectos que no nacieron en Francia, pero se formaron allí y su estilo es de neta escuela francesa. También, a modo de referencia, hay algunas obras de algunos autores en Francia.
Préférés par les aristocrates argentins qui suivaient la mode européenne en point d’élégance au commencement du XXe siècle, plusieurs architectes français à juste titre renommés augmentèrent le riche patrimoine architectural argentin, aujourd’hui malheuresement en train de disparaître. Ils construirent des magnifiques palais dans le style beaux-arts, néobarroque et néoclassiques français, en plus que de nombreux hôtels, cinémas, théâtres, maisons de rente, chalets, résidences et petits hôtels.Voici un blog en leur honneur. Nous avons ajouté les noms d’architectes qui n’étaient pas français de naissance, mais dont l’œuvre après une formation professionelle obtenue en France répondait à un sentiment nettement français.AQUI SE RETRATAN TAMBIEN ALGUNAS OBRAS EN URUGUAY, BRASIL Y EN FRANCIA, COMO REFERENCIA DE LOS TRABAJOS DE ESTOS ARQUITECTOS EN SU TIERRA NATAL O EN EL RESTO DE SUDAMÉRICA.
Autor: Alejandro Machado
ESTE BLOG FORMA UNA PARTE DE UNA RED DE HOMENAJES A MAS DE 70 ARQUITECTOS, INGENIEROS Y CONSTRUCTORES EUROPEOS Y ARGENTINOS QUE ACTUARON EN EL PAIS ENTRE 1890 Y 1940.
Autores: Alejandro Machado
Contacto para caminatas, datos y denuncias de demolición: alejmachado@gmail.com
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Ingeniero Arquitecto Ulric Courtois / C.A.B.A / Pavón y Lima Oeste / Gruta de Plaza Constitución / DEMOLIDA
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Esta gruta..! Sinceramente era un dolor en los ojos, pero hay que entender que fue moda en París y Alvear era un obsesionado con esa cultura. En cierta forma me da "pena" que hayan desaparecido estas grutas tan pintorescas, pero ya me las imagino en la actualidad, ruinosas y transformadas en antros sórdidos... quizás es lo mejor que no hayan llegado a nuestros días.
ResponderEliminarPor cierto, hay un artículo de Daniel Schavelzon dedicado a esta arquitectura de imitación de grutas, acá: http://www.danielschavelzon.com.ar/?p=2293
una pregunta de que estilo arquitectonico era esta obra?
ResponderEliminarGrutesco.
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